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Periódico Judío Independiente
Mundo judío / Myanmar
Judaísmo de un solo hombre

Por Yubal Albasham, Israel Hayom
Una sola cosa le prometió Samy Samuels a su padre antes de morir: cuidar la braza judía que pequeña aún arde en Myanmar ( ex Birmania).
A pedido de su padre se comprometió a cuidar tres cosas : manetener la sinagoga de Biangon ( capital del país) tanto como pueda; cuidar el cementerio judío de la ciudad y sostener lo que su padre denominó “ El espíritu judío en Myanmar.
Nada le importó de los bienes personales. “Solo “ eso le pidió su padre Mozes Samuels cuando vio llegar la muerte.
La familia Samuels lleva en la ex Birmania cuatro generaciones. Su bisabuelo fue uno de los fundadores y sostenedores de la sinagoga y de allí pasó a las generaciones siguientes. Hubo una sola diferencia entre las dos primeras generaciones y las dos últimas: Samy y su padre no tenían sustitutos.
Hacia los años 60 del siglo pasado la familia Samuels era la única judía en la ciudad de un país budista y casi con certeza de todo el país.
Al morir Mozes, hace tres años, todo el peso cayó sobre Samy. Así es feligrés de la sinagoga, cuidador del cementerio y presidente de una comunidad judía de un solo miembro: el mismo.
Samy es el último judío de Myanmar pero no tiene intención de serlo. “ Con ayuda de Di-s “,dice en un hebreo dificultoso, “ vendrán otros judíos, se formarán otras familias y cavaremos nuevas tumbas “,dice con cierta esperanza.
Quedé en encontrarme con él en la puerta del cementerio judío que se encuentra en medio de un barrio musulmán, un barrio pequeño en el corazón de una ciudad de 5.000.000 de habitantes. El lugar no es conocido por ningún explorador de Internet. Hasta el taxista que me conduce lo desconoce. Durante una hora damos vueltas por los estrechos pasillos y nadie parece haber escuchado nada sobre un cementerio judío. No es casual. El régimen militar de Myanmar prohíbe la apertura de cementerios por la densidad poblacional y por lo tanto solo se conocen los que están en aldeas. De allí que encontrarlo fue casi un milagro. Finalmente, al ubicarlo, uno se da cuenta porque ha sido tan difícil. Hay un portón cerrado que esta en medio de un mercado lleno de vendedores y el cementerio esta escondido tras una arboleda tropical. Sólo al entrar a él uno puede ver 650 antiguas tumbas que delatan que alguna vez hubo una comunidad pequeña pero floreciente.
La lápida más antigua data de 1876. Unos años antes la zona había sido dominada por los británicos y con ellos llegaron judíos europeos. También llegaron de Iraq y de la India. Ellos se dedicaron a comercializar árboles,algodón, arroz. En su momento más importante la comunidad tuvo 3.000 personas. “ Fijate que bien estaban que a pesar de ser pocos miles en la sinagoga había 126 libros sagrados “. La comunidad pudo tener escuelas e instituciones de caridad y lograron insertarse entre la elite gobernante. Viendo los años grabados sobre las lápidas es fácil distinguir cuando la comunidad empezó a empequeñecer. Esto sucedió durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando los japoneses invadieron Birmania ellos sospecharon de la lealtad de los judíos con los británicos. “ Siete judíos,entre ellos mi abuelo, fueron detenidos y torturados. La detención duró semanas y generó pánico en la gente aunque los japoneses no tenían ideas antisemitas como los nazis”.
Finalmente los presos fueron liberados pero muchas familias decidieron dejar el país. Solo 300 quedaron bajo dominio nipón y otros 200 volvieron luego de la guerra pero todos entendieron que no se podía volver la historia hacia atrás. Entre las nuevas tumbas agregadas en esa época se encontraban lápidas de soldados judíos que lucharon para los británicos.
Una nueva deserción se vivió en 1962, luego que el gobierno militar nacionalizara bienes del país. Solo quedarían 150 judíos. Un año más tarde sólo serían 20 familias. El ultimo rabino dejó el país en 1969. “ Sin embargo mi padre insistió en quedarse. El pensaba que si se iba , el ejército se iba a apoderar de la sinagoga “,dice Samy. Por casi 50 años más, Myanmar quedó aislada del mundo por sanciones contra su política dictatorial. La última lápida es de 1985. Desde ese entonces en la ciudad quedaron prohibidos y por ello los judíos fueron enbterrados en otros lugares fuera de la ciudad. Desde entonces muy pocos visitan el cementerio y solo Samy se preocupa de limpiar y desmalezar el cementerio.
A Samuel llegué casualmente. El taxista que me llevaba del aeropuerto a la universidad que me contrató por unas clases, vio que era judío porque llegaba desde Israel y me sugirió pasar por la única sinagoga del país. Asi es que antes de ver decenas de templos budistas en las tierras de la pagodas, “aterrice “ en la sinagoga Matzmiaj Yeshua y descubrí una huella judía en un país muy exótico.
La sinagoga esta construída en un estilo colonial y esta muy bien cuidada. Me llevó tiempo comprender que a pesar de semejante sinagoga tan bien mantenida lo fuera por una labor de una sola persona. Pasé frente al Aharon Kodesh, sus dos rollos de la Ley ( que no se pueden usar ) y vi los carteles sobre las plegarias. Lo que más me impresionó fue el silencio, ese silencio que alguna vez fue roto por el clamor de plegarias milenarias. Uno no puede sino llenarse de tristeza. En unos días más sería Simjat Torá y me hubiera gustado venir a bailar con la Torá. Samuel me dice que a excepción casi de Pesaj, Rosh Hashana y Iom Kipur, casi nunca había minian. Hasta que su padre murió hace tres años, Samy venía con su padre a rezar solos en Shabat. Samy sabe algo de hebreo porque pasó dos años en un kibutz y en EE.UU. estudió un tiempo en la Yeshiva University. Desde la muerte de su padre Samy me cuenta que “ se siente el judío más solo del mundo “. Esta solo con su hermosa sinagoga. El pequeño staff de la embajada de Israel viene en algunas fiestas y no pocas veces llegan cristianos, budistas y musulmanes para curiosear. “ Estamos en un barrio musulmán y nunca hubo un problema. Al revés. A veces vecinos musulmanes me ayudan a limipar. Son muy respetuosos del lugar”. Samy siente mucho el desolado lugar. “ Aunque parezca mentira me siento mejor que en una sinagoga de Nueva York. Allí están todas llenas en Shabat y nadie me extrañaría si no estoy. Aquí soy exclusivo”,se rie.
Tanto Samy como el embajador de Israel escucharon acerca de otros judíos en ciudades cercanas pero no pudieron confirmar su presencia. “ Cuando eramos menos que un minían y veíamos con envidia que en sus fiestas miles de budistas, musulmanes o cristianos festejaban, mi padre me decía que la cantidad no importaba. Aunque seamos pocos pero llenos de fe podemos llenar el mundo. Hoy, lo entiendo muy bien. Tenía razón. Somos pocos pero no podemos llenar el mundo “.
Samy sueña lo imposible: que la sinagoga vuelva a llenarse de gente, de ruido. “ Me veo pidiendo silencio a los niños “,sueña.
De una forma u otra sorprende que en el sitio Trip Adviser, la sinagoga figura como cuarta en una lista de 96 atracciones en Baigun y décima en todo el país. Es algo muy curioso en un país con miles de pagodas. Samy es responsable que eso suceda. En Nueva York fundo una agencia de turismo llamada Shalom Myanmar que moviliza truistas judíos hacia el país. En EE.UU. lo conocen como “ el embajador judío en Birmania”. Y lo es. Su casamiento fue el primer casamiento judío en 27 años aunque hoy este separado.
Antes de volver a Israel quise pasar otra vez por el cementerio. En mi primera visita quise darle a Samy ayuda económica pero la rechazó totalmente. Solo me pidió que en alguna sinagoga israelí diga Kadish por los judíos birmanos que ya no están. Lo hice a pesar de ser algo agnóstico. Me sentí muy bien conmigo y le pagué a Samy lo que le debía


Noviembre 2018 / Kislev 5779
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